Toda mujer tiene un rango de necesidades diarias que debe consumir para el buen funcionamiento de su organismo, las que se ven incrementadas durante el período de gestación y de lactancia.
Esta etapa es crucial para el buen desarrollo del feto y es dónde las malformaciones anatómicas pueden aparecer. Así mismo, todas las deficiencias en el estado nutricional van a influir en el desarrollo del nuevo ser.
Las necesidades nutricionales no aumentan durante este periodo, pero sí es importante que la alimentación sea variada y balanceada. Es frecuente que algunas mujeres lleguen al embarazo con bajas reservas de algunas vitaminas o minerales, como consecuencia de la poca ingesta de leche, yoghurt y queso, imprescindible para el aporte de calcio. Las frutas y las verduras pueden no ser parte de la alimentación habitual, por seguir dietas no equilibradas para adelgazar o por comer las llamadas "comidas rápidas", con el consiguiente déficit de vitaminas.
Por lo tanto, la embarazada deberá ser cuidadosa en la elección de alimentos, prefiriendo carnes o pescados, legumbres, leche y quesos, verduras y frutas. El azúcar, los dulces y las gaseosas deben ser ingeridos con moderación, como así también la sal o las comidas saladas.
Al final del período el feto empieza a tener movimientos en el útero, y prácticamente todos los órganos ya están formados.
Durante estos meses, el tamaño del bebé aumenta en forma importante. La madre debe adoptar una alimentación variada, pero en mayores cantidades en relación al primer trimestre. Por otro lado, debe mantener una placenta rica en estos nutrientes, de donde el bebé toma las sustancias necesarias para su adecuado crecimiento y desarrollo. Los últimos 3 meses del embarazo es el tiempo en que la madre absorbe la mayor cantidad de calcio para el bebé.
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